martes, 19 de junio de 2012

P. ÁNGEL ESPINOSA DE LOS MONTEROS

El padre Ángel Espinosa de los Monteros nació en Puebla (México), en 1966. Realizó sus estudios de Filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y los de Teología en el Ateneo Regina Apostolorum, donde obtuvo la Licenciatura en Teología Moral, con especialización en Bioética. Posee una Maestría en Humanidades Clásicas por el Instituto de Estudios Humanísticos de Salamanca (España). Impartió conferencias sobre matrimonio y valores familiares en México, Estados Unidos, Colombia, Chile, Italia, Francia. Publicó el libro: “El anillo es para siempre” traducido en varios idiomas. Actualmente trabaja en Roma como consultor familiar y formación de adultos en la fe. Trabajó durante siete años como orientador familiar en Guadalajara, fue director del Cumbres de Medellín, Colombia, y colaboró en la formación de adultos en París, orientador familiar, en la preparatoria de Cumbres de México, también ha impartido conferencias sobre matrimonio, valores familiares y espiritualidad en diferentes ciudades de Europa, y América El padre Espinosa por su paso en Honduras invitado por el Movimiento Católico Camino visito la Sede en San Pedro Sula y la Sede en Comayagua impartiendo sus conferencias “Ponle Fuerza a lo Débil” donde motivó a muchos con sus reflexiones profundas expuestas con humor. Invitando a dar al amor de pareja una dimensión espiritual, el padre Espinosa dejó los siguientes mensajes en el auditorio: «En la intimidad conyugal es indispensable conocer y comprender las diferencias, tanto físicas como sicológicas, entre hombre y mujer. Sin embargo, ambos sexos tienen un lenguaje en común: el amor». «Las pasiones no hay que reprimirlas, sino más bien encausarlas, porque éstas deben estar al servicio del amor.». «La fidelidad le da sentido al amor; es el mejor tributo que se le puede dar a la pareja». Se reunió con los Jóvenes del Instituto Experimental La Salle donde dio la conferencia “Si me quieres, dímelo”. También visito y compartió experiencias en el Seminario Menor El Buen Pastor de San Pedro Sula, donde motivo a los seminaristas a ser fuertes en su vocación.