martes, 21 de junio de 2011

Los 10 Mandamientos

En el Antiguo Testamento Dios entregó los Diez Mandamientos a Moisés en el Sinaí para ayudar a su pueblo escogidos a cumplir la ley divina.
Jesucristo, en la ley evangélica, confirmó los Diez Mandamientos y los perfeccionó con su palabra y con su ejemplo.
Nuestro amor a Dios se manifiesta en el cumplimiento de los Diez Mandamientos y de los preceptos de la Iglesia.
En definitiva, todos los Mandamientos se resumen en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo, y más aún, como Cristo nos amó.

¿Basta creer para salvarse?
No basta creer para salvarse, pues dice Jesucristo: Si quieres salvarte, cumple los mandamientos.

¿Quién dio los Diez Mandamientos?
Dios mismo dio los Diez Mandamientos a Moisés, y Jesucristo los confirmó y perfeccionó con su palabra y con su ejemplo.

¿Cuáles son los Diez Mandamiento de la Ley de Dios?
Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios son:
1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º No tomarás el Nombre de Dios en vano.
3º Santificarás las fiestas.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º No matarás.
6º No cometerás actos impuros.
7º No robarás.
8º No dirás falso testimonio ni mentirás.
9º No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º No codiciarás los bienes ajenos.

lunes, 13 de junio de 2011

El Método de la Oración Centrante

Transfondo Teológico

El don de Pentecostes afirma que Jesus resucitado está entre nosotros como el Cristo glorificado. Cristo vive dentro de nosotros como El Iluminado, presente en todo lugar, en todo momento. El es Maestro vivo quien continuamente envía al Espíritu Santo a habitar dentro de nosotros y a dar testimonio de su resurrección, fortaleciendonos para experimentar y manifestar los frutos del Espíritu y de las Beatitudes tanto en la oración como en la acción.

Lectio Divina

Lectio Divina es la manera más tradicional de cultivar la amistad con Cristo. Es un método de escuchar los textos de las escrituras como si estuviéramos en conversación con Cristo y el nos sugiriera los temas de conversación. El encuentro diario con Cristo y la reflexión en sus palabras nos lleva mas allá de un mero conocimiento de Cristo a una verdadera actitud de amistad, confianza y amor. La conversación simplifica y da lugar a la comunión, o como Gregorio Magno (siglo VI), resumiendo la experiencia contemplativa cristiana lo expuso, "a descansar en Dios". Este fue el significado clásico de la oración contemplativa por los primeros dieciseis siglos.

Oración Contemplativa

La oración contemplativa es el desarrollo normal de los dones del bautismo y la práctica regular del Lectio Divina. Podemos creer que la oración es un pensamiento o sentimiento expresado en palabras. Pero esto es solo una expresión de la oración. La oración contemplativa es la apertura de la mente y el corazón - todo nuestro ser - a Dios, el Gran Misterio, mas allá de todo pensamiento, palabra o emoción. Abrimos nuestra percepción a Dios quien sabemos por la fe está dentro de nosotros, mas cerca que el aliento, el pensamiento, el escoger - mas cerca que la conciencia misma. La oración contemplativa es un proceso de purificación interna la cual nos guía, si consentimos, a la unión divina.

El Método de la Oración Centrante

La Oración Centrante es un método diseñado para facilitar el desarrollo de la oración contemplativa, mediante la preparación de nuestras facultades para cooperar con este don del Espíritu. Es un intento de presentar las enseñanzas de epocas pasadas (i.e. "La nube del No") en una manera actualizada y para ponerle cierto orden y regularidad. Su objetivo no es el de reemplazar otros tipos de oración; simplemente coloca otros tipos de oración en una nueva y mas completa perspectiva. Durante el tiempo de oración consentimos a la presencia y la acción de Dios dentro de nosotros. En otros momentos nuestra atención se mueve hacia afuera para descubrir la presencia de Dios en todas partes.

Las Guias

Escoja una palabra sagrada como el símbolo de su intención de consentir a la presencia y acción de Dios en su interior.
Sentado cómodamente y con los ojos cerrados, calmese brevemente e introduzca silenciosamente la palabra sagrada como el símbolo de su consentimiento a la presencia y acción de Dios en su interior.
Cuando este consciente de pensamientos, vuelva sutilmente a la palabra sagrada.
Al final del periodo de oración, mantengase en silencio con los ojos cerrados por un par de minutos.

Explicación de las guias
Escoja una palabra sagrada como el símbolo de su intención de consentir a la presencia y acción Dios en su interior.
La palabra sagrada expresa nuestra intención para estar en la presencia de Dios y permitir la acción divina en nosotros.
La palabra sagrada debe ser escogida durante un breve periodo de oración pidiéndole al Espíritu Santo que nos inspire con una que sea especialmente apropiada para nosotros.
Ejemplos: Señor, Jesus, Abba, Padre, Madre.
Otras posibilidades: Amor, Paz, Shalom.
Un vez escogida la palabra sagrada, no la cambiaremos durante el periodo de oración, pues esto sería empezar a pensar de nuevo.
Sentado cómodamente y con los ojos cerrados, calmese brevemente e introduzca silenciosamente la palabra sagrada como el símbolo de su consentimiento a la presencia y acción de Dios en su interior.
Al decir "sentado comodamente" se refiere a relativamente cómodo, no tan cómodo que nos quedemos dormidos, sino que sentados los suficientemente cómodos como para evitar pensar en lo incómodo que están nuestros cuerpos durante el periodo de oración.
Cualquier posición que escojamos debemos tener la espalda derecha.
Si nos dormimos, continuaremos orando por unos cuantos minutos al despertar, si tenemos el tiempo.
Orando de esta manera despues de una comida fuerta promueve la somnolencia. Es mejor esperar por lo menos una hora antes comenzar la oración centrante. Orar de esta forma antes de dormir puede afectar los patrones de sueño.
Cerramos nuestros ojos para dejar ir lo que esta pasando alrededor y dentro de nosotros.
Introducimos las palabra sagrada interiormente y sutilmente como poniendo una pluma sobre un algodón absorbente.

Cuando este conciente de pensamientos, vuelva sutílmente a la palabra sagrada.
"Pensamientos" es un termino general que se refiere a todo tipo de percepción incluyendo: percepción de los sentidos, emociones, imagenes, memorias, reflexiones y comentarios.
Los pensamientos son parte normal de la Oración Centrante.
"Volviendo sutílmente a la palabra sagrada", un mínimo de esfuerzo es indicado. Esta es la única actividad que iniciamos durante el periodo de Oración Centrante.
Durante el curso de nuestra oración, la palabra sagrada se puede convertir muy leve y aún desaparecer.

Al final del periodo de oración , mantengase en silencio con los ojos cerrados por un par de minutos.
Si esta oración se hace en grupo, el lider puede lentamente recitar el Padre Nuestro durante los 2 ó 3 minutos, mientras los demas lo escuchan.
Los 2 ó 3 minutos adicionales le dan a la psíquis tiempo a reajustarse a los sentidos externos y nos permiten traer la atmosfera de silencio a la vida diaria.

Algunos Puntos Prácticos

El tiempo minimo para ésta oración son 20 minutos. Dos periodos de oración son recomendados, uno lo primero del dia y uno en la tarde o temprano en la noche.
El final del periodo de oración puede ser indicado por un cronómetro, provisto que este no han mucho ruido o tenga un timbre muy fuerte.
Los principales efectos de la Oración Centrate se experimentan en la vida diaria y no durante el periodo de oración en si.
Síntomas físicos:
Podemos notar level dolores, picazón or espasmos en diversas partes del cuerpo o una intranquilidad física generalizada. Estas se deben usualmente a nudos emocionales en el cuerpo que se están desatando.
Tambiem podemos notar pesadez o ligereza en las extremidades. Esto usualmente se debe a un profundo nivel de atención espiritual.
En cualquier caso no le prestamos atención, o permitimos que la mente descanse brevemente en la sensación antes de volver a la palabra sagrada.
El "Lectio Divina" provee el fundamento conceptual para el desarrollo de la Oración Centrante.
Un grupo de apoyo orando y compartiendo juntos una vez a la semana, ayuda a uno a mantener el compromiso a la oración.

Extendiendo los efectos de la Oración Centrante a la vida diaria Prácticar la Oración Centrante por 2 periodos diarios.
Leer las escrituras y estudiar el libro "Mente Abierta, Corazón Abierto".
Prácticar una o dos de los métodos para cada dia, sugeridos en "Mente Abierta, Corazón Abierto", capítulo 12.
Unirse a un grupo de apoyo de Oración Centrante o programas de continuación (si disponibles.) Ayuda a los miembros del grupo a perseverar en la práctica en privado.
Provee la oportunidad para mayor información en una base regular mediante cintas, lecturas y discusiones.

Puntos para desarrollo

Durante los periodos de Oración Centrante varios tipos de pensamientos pueden distinguirse ("Mente Abierta, Corazón Abierto", capitulos 6 al 10):
Divagar ordinarios de la imaginación o la memoria.
Pensamientos que dan lugar a atraciones or averciones.
Introspecciones o descubrimientos psicológicos importantes.
Auto-reflexiones tales como: "Como esto haciendo?" o "Esta paz es fabulosa!".

Purificación interior.

Durante la oración, evitamos analizar nuestra experiencia, tener expectaciones o tratar de alcanzar alguna meta como:
Repetir la palabra sagrada constantemente.
No tener pensamientos.
Tener la mente en blanco.
Sentierse en paz o consolado.
Tener una experiencia espiritual.

 
Lo que la Oración Centrante no es:

No es una tecnica.
No es un ejercicio de relajación.
No es una forma de auto-hipnosis.
No es un don carismático.
No es un fenomeno parasicológico.
No se limita a la presencia "sentida" de Dios.

EL VALOR DE LA AMISTAD

Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron por una tontería, nada importante, enfurecidos finalmente uno, le dio una bofetada al otro. Este, ofendido, sin nada más que decir, descendió del camello y arrodillándose en la ardiente arena, escribió con un dedo sobre ella:

“Hoy, mi mejor amigo me abofeteó en el rostro”.

En silencio siguieron adelante hasta llegar a un oasis donde resolvieron bañarse.

El que había sido abofeteado y lastimado se alejó demasiado de la orilla y comenzó a ahogarse, siendo rápidamente salvado por su amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:

“Hoy, mi mejor amigo me salvo la vida”.

Intrigado, su amigo le preguntó:

¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora que te he salvado escribes sobre una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió:

"Cuando nuestro amigo nos ofende debemos escribirlo en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargan de borrarlo para siempre; mientras que cuando sucede algo grandioso y excepcional tenemos que grabarlo en la memoria de nuestro corazón, donde ningún viento podrá jamás borrarlo".

"Se necesita sólo de un minuto para que te fijes en alguien, una hora para que te guste, un día para quererlo; pero se necesita de toda una vida para mantener este amor"

AIRAOS, PERO NO PEQUÉIS

"AIRAOS, PERO NO PEQUÉIS" (Efesios 4:26)


Pregunta: ¿Cómo explicar las palabras del Señor en Efesios 4:26: "Airaos, pero pequéis..."?

Respuesta: Notemos primero que encontramos una enseñanza idéntica en Santia­go 1: 19-20. La Palabra de Dios distingue entre la ira según Dios, y "la ira del hombre [que] no obra la justicia de Dios". La ira según Dios es la indignación que siente la naturaleza divina en presencia del pecado. La ira del hombre es también la indignación que provoca en él una falta cometida, sobre todo cuando él se halla perjudicado o molestado por ella. La presencia del pecado no siempre es suficiente para que el hombre se indigne. El diccionario de la Real Academia Española define la ira como una "pasión del alma, que causa indignación y enojo", y el diccionario Larousse dice "pasión del alma, que se indigna contra lo que le disgusta". Bien sabemos que no hay nada que nos disguste tanto como el ser tocados, heridos en nuestro amor propio. Por lo tanto, nuestra indignación contra el mal no puede servirnos como jus­ta medida para apreciar lo que debe ser la ira, porque la gravedad o culpabilidad del pecado viene, ante todo, del hecho que todo pecado es cometido contra Dios, es decir que debe considerarse en relación con Dios y no con nosotros mismos. Si no estamos en comunión con Dios, corremos el riesgo de juzgar el mal según 'nuestra' pobre me­dida, sea indignándonos con exceso, sea obrando con demasiada tole­rancia.

La santidad absoluta de Dios no puede tolerar el pecado. Todo pecado provoca Su ira, pues es cometido primero contra Él, y des­honra Su dignidad, y la majestad de Su Ser supremo. José le dijo a la mujer de Potifar: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y peca­ría contra Dios?" (Génesis 39:9). La medida de la ira divina fue mos­trada en la cruz, cuando el Hijo amado de Dios, que habíamos ofen­dido, tomó sobre Sí mismo nuestros pecados y llevó el castigo merecido. Entonces fue cuando se realizó sublime y plenamente que "la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres." (Romanos 1:18).

El creyente participa de la naturaleza divina, es "creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad" (Efesios 4:24), por lo cual, en la medida en que permanece en comunión con Dios, tiene horror al pecado, y manifiesta una santa indignación en su presencia. El siente, juzga lo que es el pecado en sí mismo para Dios, y, por consiguiente, para la nueva naturaleza. No hay necesidad que se halle perjudicado para que se indigne.

Pero puede ocurrir también que el creyente mundanice, se familia­rice con el mal, y entonces necesita la exhortación del Señor: "Airaos, pero no pequéis". El cristiano que no se indigna demuestra su indife­rencia ante el mal; impasible en presencia del pecado, es propenso a mucha indulgencia para consigo mismo, y a indignarse contra el mal solamente cuando se halla perjudicado. En este caso, se revelará muy susceptible, reprenderá con energía a los que le hayan dañado, pero será indiferente en cuanto a los derechos de Dios. Su ira o indigna­ción ya no será según Dios, será "la ira del hombre [que] no obra la justicia de Dios", es decir, del hombre que no cumple con la jus­ticia de Dios. Semejante indignación es un pecado, y debemos evi­tarla.

Consideremos ahora la enseñanza del apóstol Santiago. Después de haber declarado que Dios "nos engendró con la palabra de verdad" (Santiago 1:18 - BTX), exhorta a cada hombre a que sea "pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios" (Santiago 1: 19, 20). Pronto para oír, para que sus pensamientos y sus acciones estén formadas por la Palabra de Dios. Tardo para hablar, es decir, procurando que su lengua sirva para expresar sola­mente lo que proviene de la nueva naturaleza enseñada por Dios, evitando ser como una fuente que echa a la vez "agua dulce y am
ar­ga" (Santiago 3:11). Tardo en airarse, es decir, tomando tiempo para poder juzgar primero si su ira es según Dios, o es la "ira del hombre".

La carne en nosotros se encuentra siempre dispuesta a entrometerse con lo que proviene de la nueva naturaleza. Por eso, al declarar "airaos", el Espíritu de Dios añade, como exhortación correctiva: "pero no pequéis", para que evitemos esta mezcla o asociación de 'la ira según Dios' con los sentimientos carnales. "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo; ni deis lugar al diablo." (Efesios 4: 26, 27). De modo que nuestra indignación contra el pecado debe provenir única­mente del hecho que Dios ha sido ofendido, deshonrado por un acto contrario a Su naturaleza. Si los motivos son diferentes, nuestra in­dignación o ira no es según Dios, y pecamos.

De igual modo, la santidad es la separación del mal, por Dios, y Dios solo es su medida. Si rebajamos esta medida a nuestra propia estimación de las cosas, o a la de otros, perdemos la verdadera me­dida de la santidad.

Una verdadera indignación contra el mal tiene pues como causa y medida: Dios, su gloria y sus intereses, y nuestros sentimientos na­turales no deben intervenir o influir en modo alguno. Además, la Pa­labra añade: "no se ponga el sol sobre vuestro enojo": Dios sabe con qué facilidad dejamos introducirse nuestros sentimientos en lo que concierne a Su gloria, por lo cual nos muestra que nuestra ira, nuestro enojo, no debe prolongarse más allá de una justa medida., Para ello, es preciso que nos juzguemos o examinemos a nosotros mismos; de no hacerlo, 'damos lugar al diablo', dándole rienda suelta a la carne. La carne es un enemigo vencido para el nuevo hom­bre, pero si nos colocamos en su propio terreno, si la dejamos obrar, ella se apodera de nosotros y nos vence.

La confusión entre la ira del hombre y la ira o indignación según Dios ha producido siempre lamentables resultados entre los santos. En presencia del mal, del pecado en la asamblea, el primer movi­miento del alma es una indignación según Dios, producida por la nueva naturaleza. Pero luego, la carne quiere intervenir; por eso, nuestra indignación no debe prolongarse, salir de los límites que con­vienen, sino careceremos de discernimiento, y nuestro juicio será fal­seado por la introducción de motivos carnales.

Existen casos en los cuales el culpable no ha ofendido a nadie individualmente. Pero algún hermano habrá tenido dificultades con él anteriormente, guardándole resentimiento o rencor, o teniéndole solamente antipatía. Estos sentimientos renacen en él, y su indigna­ción va más allá de la medida de los sentimientos del nuevo hombre, deja que 'el sol se ponga sobre su enojo', la carne obra, so pretexto de defender los intereses del Señor, y Satanás halla una ocasión favo­rable para turbar y alterar el ejercicio de la disciplina según Dios, produciendo turbación en la asamblea. ¡Hermanos!, es de toda im­portancia que no guardemos rencor o resentimientos para con los hermanos con quienes hemos tenido dificultades. Juzguemos estas co­sas, juzguemos y abandonemos las antipatías naturales: es una leva­dura que - tarde o temprano - produce lamentables y funestos resultados.

Si un hermano se estima perjudicado por el pecado de otro, debe obrar con mucha reserva y, en su juicio, no añadir la 'ira que viene del hombre' a la indignación según Dios. Es conveniente entonces que deje intervenir a aquellos cuyos intereses personales no son toca­dos, y quienes cuidarán de hacerlo sin espíritu de partido, con el temor de Dios.

Amados hermanos, seremos guardados en el pensamiento de Dios si pensamos ante todo en Su gloria, en lo que es el pecado para Su naturaleza Santa, y si no olvidamos que la santidad de Dios debe ser la santidad de la asamblea.

Ello nos preservará de introducir la carne, los motivos personales, el espíritu de partido o de familia, las simpatías y antipatías natu­rales. Cultivemos la comunión con Dios, examinémonos a nosotros mismos, para tener en todo el pensamiento de Dios, la estimación del santuario. Así será como evitaremos las intervenciones de la carne en las cosas santas.

¿CÓMO PUEDO... HABLAR CON ELLA SIN DISGUSTARNOS?

El Esposo relata lo siguiente:

Hace menos de un año me casé. Amo a mi esposa... pero hemos tenido problemas, ya que cuando hay algo que nos disgusta y nos hace pelear, intento resolver para no dejar que pase y poder dormir con tranquilidad y en [armonía]. Pero ella se queda callada en vez de resolver, y eso me molesta mucho, por lo que me hace actuar de mala manera, no pegándole pero sí ignorándola en varias ocasiones.

¿Cómo puedo hacer, o cuál es la manera para que yo pueda hablar con ella sin disgustarnos?  ¿Cómo puedo llevar una conversación sin herirla?

Consejo

¡Usted nos ha hecho la pregunta que todo el mundo hace con relación al matrimonio! Toda pareja tiene que aprender cómo comunicarse y cómo resolver conflictos sin que uno de los dos o ambos se sientan emocionalmente lastimados. Lo que hay que comprender es que todo matrimonio feliz ha tenido que superar ese obstáculo, y usted también logrará superarlo.

Por lo general, las mujeres y los hombres responden al conflicto de modos distintos. Algunos expertos dicen que el promedio de palabras dichas cada día por las mujeres llega a veinticinco mil, mientras que el promedio entre los hombres es de sólo diez mil palabras al día. Las mujeres son propensas a querer hablar acerca de sus emociones y de los pormenores de cada situación, mientras que los hombres tienden a querer ir al grano, identificar el problema y resolverlo cuanto antes. Ni una ni otra alternativa es la correcta o la incorrecta, sino que entre los cónyuges debe haber acuerdos.

Cuando una mujer (o un hombre) se niega a hablar acerca de un problema, por lo general hay algo del pasado que está afectando esa conducta presente. Muchas veces las mujeres no hablan porque se han dado cuenta de que los hombres en realidad no quieren oír todos los pormenores ni las emociones. Y sin embargo ellas pudieran convencerse de que no se vislumbra ninguna solución del problema sin exponerse al proceso de expresar sus sentimientos y de ser oídas y comprendidas por su esposo. Los esposos no quieren más que resolver los problemas y evitarse todo el parloteo.

Con frecuencia uno de los cónyuges ha sido ridiculizado o ha sufrido otras consecuencias por haber expresado sus opiniones, o su pareja siempre interrumpe y no escucha. A veces las mujeres sienten que su esposo no les hace caso. Pasado algún tiempo, se dan por vencidas y ya ni siquiera tratan de expresarse.

Nosotros estamos totalmente de acuerdo con el principio bíblico que dice que no debemos permitir que el sol se ponga estando aún enojados. Al principio de nuestro matrimonio, tratamos de resolver todo conflicto antes de dormirnos cada noche. ¡Sí que perdimos sueño! Un día nos dimos cuenta de que podíamos dormirnos sin haber llegado todavía a un acuerdo, pero no sin antes habernos pedido perdón el uno al otro por palabras que nos habíamos dicho enojados y habernos puesto de acuerdo sobre una hora del día siguiente en que volveríamos a tratar el asunto. Aprendimos que podíamos superar nuestro enojo y concentrarnos en solucionar el problema específico.

En cada discusión, las parejas pueden mostrarse respeto mutuo por sus opiniones particulares respectivas, emplear palabras amables, y escuchar sin interrumpir, aun cuando no estén de acuerdo en los pormenores. Tal vez requiera meses de práctica de estos principios sencillos, pero si se dedica a hacerlo, su esposa tarde o temprano comenzará a comunicarle sus pensamientos y sus sentimientos.

lunes, 6 de junio de 2011

¡Mensaje de Gloria Polo!


Hermanos en Cristo Jesús:
que el Señor los colme de bendiciones y les conceda a todos la gracia de la conversión y de la salvación, mi nombre es Gloria Polo, yo soy la persona que tuvo la experiencia del rayo, para los que dudan de la veracidad del accidente como tal les informo que en el periódico el Espectador del día 8 de mayo 1995 se encuentra un reportaje acerca de mi accidente, en cuanto si es verdad la experiencia, si esto no fuera un llamado amoroso de nuestro Señor a la conversión seria imposible que yo repitiera mil veces mil ese mismo testimonio, es tanto el amor que nos tiene nuestro Señor que me permitió a mi vivir esa experiencia, sinceramente les confieso públicamente que si el Señor no me lo hubiera puesto por misión, nadie pero absolutamente nadie se habría enterado porque vergonzosamente yo hubiera cuidado mi yo, mi nombre, mi parte social , familiar y creo que solamente se habría enterado mi confesor. En obediencia a mi señor ando por el mundo compartiendo esta experiencia, me han abierto puertas en muchos países y casi siempre en estos diez años me he desenvuelto en grupos de oración, en parroquias porque Dios me ha dado un gran amor por mi iglesia católica y me ha dado la gracia de la obediencia, el don de Dios se expresa en el deseo que muchas almas humildes escuchan la voz del señor invitándolos a la conversión; ha habido conversiones en muchas partes del mundo entero a través del testimonio y no es porque yo lo haga si no por obra de Dios.

Retiro de la Oracion Centrante (11 de Junio 2011)

La oración es una de las mejores maneras de comunicarnos con nuestro Dios pero hemos de reconocer que no es fácil para todos lograr ese tiempo especial con Dios todos los días y poderse comunicar con El como si fuera de verdad nuestro “mejor amigo”.
Muchos logran tener esta comunicación con mucha facilidad mientras que a otros les cuesta mucho. Para ayudarnos a superar nuestras dificultades y poder alcanzar niveles de oración que nos llevaran hasta la presencia misma de Dios, hemos preparado un retiro a través del cual nos enseñaran los distintos niveles de la oración y como nuestro “yo interno” tiene que ver con la oración ya que está comprobado que el hombre tiene muy dentro de si situaciones que oculta y que no le permiten un verdadero acercamiento con Dios.
Les animamos a que no desaprovechen esta gran oportunidad en el retiro del sábado 11 de junio a partir de las 2:00PM en la Casa de Camino. El retiro será impartido por nuestros hermanos Nelson y Carolina Chinchilla y Karen de Soto con los testimonios de personas que a través de la oración han alcanzado y logrado lo que muchas veces la ciencia medica no ha podido. Estaremos terminando a las 8:00PM.
Hermano, no cierres tu corazón a esta gran oportunidad sea que te consideres fuerte en la oración o, que te consideres que no lo eres. Esta es una invitación del Señor para que puedas llegar a intimidar con El. Te esperamos.
Próximamente estaremos anunciado el valor de la ofrenda por el retiro.